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LA SOLEDAD Y LOS ESPEJISMOS
En el mar de mi llanto navegan raídas auroras del pasado, bajo mis pies crujen como las hojas del otoño y con ellas cruje el alma mía.
En el mar de mi llanto navegan raídas auroras del pasado, bajo mis pies crujen como las hojas del otoño y con ellas cruje el alma mía.
Hoy que no estás a mi lado y tu ausencia enluta los atrios tristes de mis aposentos, sigo viéndote caminar por los rincones de este lugar que fue tan tuyo, tan mío, tan nuestro, puedes creerlo LUNA, tus pisadas dejaron un eco sempiterno. Hoy que tus tonos fuertes no me despiertan de mis frecuentes letargos; que tu figura en la mañana ya no colorea de malva el día y tu amor no abastece la soledad que ha poblado mi vida en los últimos años, puedo ver lo que tu pequeña existencia le daba a la mía.
Este vídeo poema corresponde a una poesía que fue escrita en Febrero de 2020, hace referencia al comportamiento de dos personas que terminan siendo completos desconocidos luego de haber tenido un vínculo amoroso. Esto es algo común, cuando termina un ciclo y solo quedan los rastros de aquello que fue.
A la niña que fui hoy a la abrazo y la ciño a mi pecho, le entrego el amor que faltó y cubro su soledad con mi tardía figura, le sufrago a concebir que tarde llegué, pero llegué y me quedé.
Si de verdad quiere saber que es poesía salga al mundo, pero cuando vaya por sus caminos quítese la venda que condiciona la visión que tiene de esta orbe.
Entre tus sumas y tus restas no te das cuenta, pero las manos se aflojan, los ojos revientan, el llanto asola, el cuerpo se tensa, los labios ocultan, el corazón se arruga y el ser yerra en muchas preguntas y pocas respuestas.
Tercera Parte…
Una punzada amarga me sacó de mi letargo cuando sonó por primera vez y en horas en mi teléfono el tono que le había dado a ese dulce tormento con el que había vestido el amor
SEGUNDA PARTE…
Ahí estaba yo, una vagabunda más y ermitaña entre tantos olvidados en las calles, en medio del infortunio que supone el hecho de hacer parte de una sociedad corrupta como la mía
Y nada me llena más que el saberme conmigo, habitando en el movimiento continúo de este amasijo viviente que respira y se agita, que pulsa fecundidades rojas de vida, desde este fruto carnoso e imparable que me sacude a su ritmo.
Te escribo cuando a mi paso alguien se acerca trayéndome el olor de tu perfume y tu sonrisa blanquecina, cuando te veo vacilando con tu contoneo en otro cuerpo.