Narrativa

LA CAMINATA

Segunda Parte

Caminata

Tenemos el deseo perenne de hacer las cosas bien, pero nuestra carne nos somete a las bajas pasiones, a las emociones malas o buenas de las cuales a veces extraemos como rapiñas una extraña sensación de satisfacción y gozo; normalmente cuando nos decidimos por una emoción o acción mala, algo nos golpea de lleno el estómago y nos quedamos sin aire, pareciera que caemos a un abismo; la conciencia (libre albedrío) nos da una bofetada directo en la cara y nos recuerda que Dios tiene la posibilidad de borrar con cada pecado nuestro nombre del libro de la vida, entre tanto el príncipe de las tinieblas disfruta como en una comedia maquiavélica su obra magistral, por eso inmediatamente después del pecado nos sentimos arrepentidos, no podemos levantar la cara y hablar con Dios porque nos consideramos miserables e indignos; a veces, una ducha para lavarnos la suciedad que provoca nuestras bajas pasiones no es suficiente para sentirnos limpios y vamos por ahí viviendo en nuestra propia inmundicia, hasta que con el paso de los días aprendemos a convivir con ella o simplemente libramos la batalla y vivimos en la represión, en el sacrificio que representa dejar el aspecto malo de nuestra dualidad para llegar a la meta de la tierra prometida, para mantener nuestro nombre en el libro de la vida, para sentir que somos dignos y que Dios nos ama, por medio de esa santidad.

Todo esto para mi percepción era una discrepancia entre el amor que nos ofrece Dios y el castigo al que someterá al desobediente, pero una vez más me hundí en mis propias humillaciones, arremetí como siempre contra mi propia dignidad y me castigué con agravios, me cuestioné quién era yo, para tan siquiera permitirme esa reflexión de los designios de Dios, no era digna de tal menester, él es el Todopoderoso y yo una nimiedad ante su grandeza; a estas alturas del partido estaba desamparada hasta de mi misma, no podía cuidar de mi corazón, vivía sometida a una relación que giraba en un circulo vicioso de dolor, como un tío vivo que no para aunque quieras detenerlo, ahí estaba yo dando vueltas de tormento en una relación mal enfocada y lo peor es que, me acostumbraba poco a poco a los golpes psicológicos, al sacrificio que suponía el intento de sostener lo insostenible, en pleno siglo veintiuno me comportaba como las sumisas de antaño, dispuestas a todo por conservar tan solo la idea del amor entre mis manos, pero cada que las abría volaba indómito hacía otras.

Ahí estaba yo, una vagabunda más y ermitaña entre tantos olvidados en las calles, en medio del infortunio que supone, el hecho de hacer parte de una sociedad corrupta como la mía, que mira para si y olvida al desvalido,  sin amigos, una familia disfuncional y el lastre del pasado acuestas observándome cada día la cara con su frívolo sometimiento. Observé con atención la peste de cemento que se impregna en las calles y parece roer todo a su paso, una cruda realidad que construimos día a día sin miramientos, abandonando el futuro incluso de los que más decimos amar, nuestros hijos, creyéndonos dueños absolutos de todo y aferrándonos como plagas a nuestra egoteca, ahí están contenidos todos los males de este mundo. 

Katty Sáenz

Cali Valle del Cauca, Colombia

 Diciembre  12 de 2003

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