Narrativa

LA CAMINATA

Primera Parte

Parecía no estar presente en la clase de español, el mundo se hacía cada vez más estrecho, los caminos y puertas parecían cerrasen ante mí, trataba de mantener la calma y prestar atención al profesor de español (Mario Arias), un tipo agradable con el cual empalicé desde el primer momento en que lo conocí, teníamos cosas en común, le gustaba escribir, ya había publicado varios libros, entre ellos, uno al que título Manú el cual me impactó mucho, pues descubre la decadencia del medio universitario, Manú, así llamó al protagonista de su obra, un joven de espíritu irreducible, armado de un carácter que se ha tejido con fibras resistentes pero flexibles, perseverante como el perenne golpe de las olas contra el  acantilado, no se arredra ante la adversidad, así lo describe en la carátula y de la misma manera lo interpreté al perderme en sus 146 páginas en aquel mundo universitario que se esconde de la sociedad.

Él se mostraba un poco inquieto por mi actitud, seguramente reflejaba mi rostro el inconforme vivir en el que me encontraba, luego de terminar la clase decidí no entrar a la de inglés y hablar con el director del instituto (Carlos Grijalva) para pedirle que me aplazara esta materia, ya que no sentía la disposición ni la fuerza para continuar viéndola, esto es algo que no me ocurre normalmente, sentía tristezas que no permitirán un buen desempeño académico, era mejor esperar y continuar en el momento oportuno.

Luego de todo lo ocurrido quise caminar en dirección a casa, esto conlleva una gran distancia, pero lo que menos importaba era aquello, de cierto modo esperaba que mi mente volara hacía la imperfección del mundo que construimos con nuestras manos manchadas por el delito  del día a día, no porque fuese depravada y disfrutara con el morbo de la decadencia que vacila por las calles de mi amada ciudad, solo quería observar una vez más la falta de conciencia en la que estamos sumergidos, creyéndonos indestructibles, dueños absolutos de todo, irreverentes y egoístas. 

Me ahogaba en la inercia del entorno y me sentía sucia como las avenidas que me rodeaban, llenas de esa inclemencia humana, de esa frialdad y lejanía que mostramos cuando todo a nuestro paso carece de nuestra empatía, quería perderme en mis pensamientos que eran el final de todo lo creado ante mi vista, qué más da, solo quería castigarme por las cosas que no he hecho bien, por aquellas cuya solución rebotan lejos de mis posibilidades, entonces sentí que era mala persona, mala amiga, mala madre, mala hija y mala estudiante.  Luego pensé, la mente puede crear en nosotros una mediocridad fuera de límites y agrandar nuestra penas, cuando reflexioné sobre aquello entonces me sentí estúpida.

Los rayos de sol de la ciudad de Cali como siempre eran inclementes con mi rostro y parecían quemarlo lentamente, eso me recordó el fuego eterno del que habla el evangelio, ¿cómo era posible un castigo eterno?, un alma eternamente ardiendo por los pecados de su antiguo habitáculo (cuerpo), pecamos por una dualidad que nos acompaña desde nuestro nacimiento hasta el último latido, un divagar entre el bien y mal, dos aspectos erigidos por nuestra conciencia (libre albedrío) que nos invita a decidir con cual de estas dos envolturas relacionarnos mejor, somos su vasallo.

Katty Sáenz

Cali Valle del Cauca, Colombia

 Diciembre  12 de 2003

Continuara….

Autor

kattysan1123@gmail.com
Total post: 41

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

ME TENGO

16 mayo, 2020

LA CAMINATA

30 mayo, 2020