EL TIEMPO PASA FACTURA
Anoche soñé contigo, parecía que no había pasado el tiempo, que seguíamos plasmadas y detenidas escuchando nuestra congoja, nuestras ideas. Y entonces la añoranza me hizo presa de tu recuerdo y un atisbo de tristeza se unió a mis latidos. Pensar que de pronto el tiempo anula, que no se deja nada y cobra cada hazaña, como por ejemplo el sin sabor de lo no dicho, de lo no hecho y una represión golpea fuerte en esa cavidad del pecho y caes a un abismo.
El tiempo va secando como lo hace el otoño, hasta que te cruje el alma como esas hojas secas que el paso de tu pie lento magulla, y cuando miras atrás desde la otra orilla ya no puedes remediar lo que el tiempo se llevó, con él se fueron las vivencias de las estaciones, el olor a café en aquellas terrazas junto al paseo marítimo donde solíamos debatir, se fueron las noches de tertulia en tu casa, esa que nos vio ir y venir hacia el verano, hacia la playa, hacía la primavera de excursiones por la isla, colindando sus encantos y descubriendo que es más pequeña nuestras ganas que su extensa tierra, o simplemente a hacia la inercia sutil de mirar pasar los cruceros desde tu raído balcón, y quedaron los abrazos reprimidos y tengo esa sensación de caer de nuevo al precipicio queriendo soltar lo que sentí y lo que no di.
Y te juro por mis letras que nada fue suficiente, ni el impulso fecundo de mis dedos al escribirte monólogos que no leerías, ni la historia que se escondía en mis prosas amargas, aquellas que tú desconocías mientras personas ubicadas en puntos cardinales distintos de esta mágica orbe, esperaban como un tv show que te envuelve y no quieres un final, tan solo preámbulos que te mantengan con esperanza, por que eso es lo último que se pierde, a pesar de que el tiempo no se deja pasos a medias y medias deudas, él se lo cobra todo, ahora lo sé cuando miro el camino medio sembrado y el fruto del árbol ausente.
Nada fue suficiente, ni el verano que vestía todo de colores en la isla, ni el café en el balcón triste de tu casa, ni la cervezas y los cigarrillos que ahogó nuestras palabras, ni el marrón de la catedral Santa María que con sus campanadas rememoraba que el tiempo pasa factura, y que esa deuda nos acompañará el alma hasta que nuestra existencia efímera como estas prosas sucumba inerte en nuestros cuerpos magullados por ese tan letal paso del tiempo.
Y estoy aquí mirándote en mis recuerdos, atrapando fragancias, viviendo momentos que a veces voy tergiversando para hacer lo correcto, para decir lo no dicho, para pagarle las deudas al tiempo y así poder finalmente vivir lo no vivido. Espero me recuerdes aunque efímeramente y que en tus remembranzas le des al tiempo tus pagos, para que estar plasmadas ahí en tu balcón haya merecido la pena, aunque en el fondo tú y yo sabemos que, el tiempo pasa factura.
Katty Sáenz
Long Island, New York (USA)
Marzo 28 de 2018