LAS GARZAS DANZAN SU LAÚD, MAMÁ.
Mamá, estoy aquí, ¿te das cuenta?. Como muchas veces, como siempre. Desenterrando el pasado una y otra vez, trayéndolo conmigo a este tío vivo que gira y gira sin poder detenerse, a éste presente que no puedo remediar, a veces crudo a veces esperanzado, conservando tal vez vanamente esa ilusión de niña de ceñirme en tus brazos cálidos, siempre dispuestos.
Mamá, ¿Recuerdas esas noches frías?, aquellas en las que el terror sucumbía despiadado, reiterándome la desgracia amarga del pasado, rememorando vacíos y desgarradores momentos en aquellas traslúcidas pesadillas. Aquellas donde la mano de acción dura y humana me sometía, esas noches de gritos que tú muchas veces no entendías, dime, ¿Recuerdas que me hacías cucharita?. Y en ese regazo fecundo de tus brazos yo volvía de cierto modo al vientre protector, y pareciera que las aguas turbias de mis recuerdos vacilaban entonando ante la desgracia la danza donde garzas posan su laúd.
Mamá, si algún día me faltarás no sería nada y las garzas cómo danzarían ese laúd amoroso, aquel cortejo que apacigua aguas, que purifica sueños, que protege sustancialmente, la a veces macabra hazaña humana, dime, ¿cómo he de vivir aquí? donde he intentado todos estos años desde que salí de tu cálido amaño sentirme una más, dónde he intentando pertenecer al resto y me hago siempre la misma pregunta, ¿qué es todo esto que me rodea, cuándo volveré a mi origen?, debes de saber mamá que me he denodado por pertenecer a está especie llamada humana. Pero sabes, nada ha sido fértil como tu vientre mamá, si no vas a estar más, por favor déjame un mapa en pergamino, con olor a viejo, con manchas del tiempo, con los besos de tus labios, con el perfume de azucenas de tus manos, con la mirada blanca de tus ojos, y dibuja con tu amor el camino de regreso a ese origen donde reina la paz y la forma incorrupta de las cosas.
Mamá, no puedas llegar a imaginar lo que daría, yo cambiaría todo lo aquí vivido por volver a ese umbral donde tú y yo no necesitábamos espacios, fronteras y amargos días sin sostenernos, sin tocarnos al menos con los ojos. Mamá, si tan sólo la brisa que pasa cada mañana desprendida rosando mi pálida mejilla, me trajera el suave aroma de tu cabello ensortijado y la azucena de tus manos, de esas manos blandas que parecen pájaros en el aire construyendo de principio a fin el nido. Si pudiera al menos precozmente volver a ese instante de nueve meses en tu fecundo regazo, podría soportar este circo de humanos con la levedad de este ser que no sabe ser sin ti.
Mamá, no se que va a ser de mi sin ti y ese universo amoroso que me has dado, palpitarnos juntas y en tus brazos siempre expuestas todas las respuestas, a tanta pregunta que crea desdén y vacían día a día mi alma, de qué fuente voy a beber, y cómo sentir la paz que me brinda tu forma de acunarme la melancolía, y si voy perdida ahora que te tengo a ti para detenerme en el camino y fertilizar esta odisea que es la vida mima. Dime mamá, ¿cómo puedo sostener está forma efímera y humana?. Si nunca he sabido ser sin ti y tan sólo el camino al origen me mantiene con una leve esperanza.
Janeth. Para ti mi bella dama, para ti, el centro de todas las cosas…
Katty Sáenz
Levittown, New York, Estados Unidos
Junio 11 de 2017