DORMIR NOS DILAPIDA
A veces siento que dormir nos dilapida, nos flagela, nos arranca de lo bueno y nos sume en un estado de ineptitud. Cuando duermes tú, por ejemplo, me pierdo el gozo de oírte sonreír, de escucharte ser e imaginar tus formas llenando los paisajes de estos latifundios, o los recintos de tu casa que no saben ser sin ti, o carecen más bien, de cualquier emoción o veracidad.
Cuando duermo yo, no sólo siento que tú me pierdes en ese espacio de tiempo, siento que nos malgastamos los dos de modo insustancial, ¿por eso será que a mi alma le ha dado por llevarte a mis sueños?, y así, de una u otra manera seguirte viendo ser las flores del paso, la brisa que abraza, los mares mansos a veces, furia en otros momentos, el sol poniente, la montaña blanca en su altura recordándome lo duro del invierno, o ese canto mágico del jilguero tan común en el Paleártico occidental.
Me sería lucrativo y placentero no pernoctar y adueñarme de tus horas de sueño y de las mías, para no ser discontinuidad, para ser constancia y abastecernos. Dormir resulta entonces, una desentonación para el escaso tiempo que sustenta esta precoz existencia que viene sin más y así mismo se va.
Katty Sáenz
Palma de Mallorca- España
Mayo 24 de 2016